domingo, diciembre 21

La caligrafía de su nombre en chino (6)

Todavía no caía el sol pero la lluvia hacía que la tarde pareciera suspendida en un ocaso gris y permanente. Desde temprano se habían acodado, cada cual en su sillón del living, para llevar adelante la delicada y silenciosa rutina de los días de lluvia. Era un día de verano en que la historia de los árboles parecía lejana. Era, también, el día de su cumpleaños número treinta.
Ella permaneció largo rato suspendida en esa idea sin rodar por la superficie de ningún pensamiento. Afuera, el agua caía en la forma de finos hilos transparentes y se preguntó como olería el jardín de la casa de campo, tenuemente iluminada por las bajas de la tensión eléctrica que producían allí las tormentas.
Deseo tener deseos de llorar: la tibieza del agua rodando por las mejillas hasta la comisura de los labios.
Pero lo cierto es que se sentía estupendamente bien y recordó un viaje en auto por un barrio alejado de la ciudad, algunos años antes. Tuvo la sensación extraña de estar allí de nuevo, mientras el auto avanzaba por una calle de casas bajas y faroles de luz amarilla. Volvió a ver los árboles cerrándose sobre el cielo como una cúpula espesa y verde y a ella misma presintiendo que hubiera sido agradable vivir allí durante el verano. Pero no hubiera persistido en la idea: cómo abandonar la casa de campo, cómo alejarse de las corrientes de aire salado de la dársena. Después de todo, entre ellos, todo eran grandes extensiones, todo era el capricho de la inmensidad aún cuando se encontraran en el centro de la sala.
Feliz cumpleaños, dijo.
Y lo cotidiano se sumergía en el suave y placido balanceo del sueño...

1 comentario:

Anónimo dijo...

ay Valeria
no se si te acordaras de mi
compartimos dos quiza tres clases de taller en lo de marina...

me impacto
me emociono tu poesia cuando leiste
y me sigue impactando

lo bello cada vez

miranda

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