miércoles, febrero 25

Es de noche, o de día.
Es apenas el principio de algo pero podría ser el medio.
Hoy el analista dijo que yo iba a ser un caso difícil.
Me explico que nosotros giraríamos sobre un agujero negro, todo el tiempo.
Y que finalmente ZAZ llegaríamos al agujero negro y allí no habría nada.
O ni siquiera llegaríamos.
Iterar.
Eso le dije.
Eso.
Me contesto.
De noche me enamoro del olor de los tilos que entra por la ventana de un departamento vacío donde me refugio del polvo.
No sé por donde quedó la historia de los árboles.
De día viajo.
En subte, en bicicleta, caminando, en taxi, en colectivo.
Hago trámites en todas las latitudes.
A veces en las oficinas públicas es invierno.
A veces es verano.
Depende.
A veces ni siquiera son oficinas y hoy pasé por la ciudad con una carta a Francia y un libro de Elizondo en la cartera.
Así iteré.
Así era.
Tuve menos ganas de gritar que en otros días.
Extrañé más la casa de campo.
Hablé con alguien sobre mudarse a casas, criar perros y los hijos.
Y vi el dibujo de un niño de siete años donde un padre trabajaba muy duro.
¿Será cierto, el amor?
¿Llegaremos a viejos?
¿Nos mudaremos a las casas?
¿Volveremos a vivir a las pequeñas ciudades?
En unos pocos días cumplo veinticuatro años y quiero festejar.
En los lugares donde estoy, soy la más chica.
Con la gente con la que estoy, soy la más chica.
Me preguntan los médicos si tengo 15, 16, 17.
Nunca 23.
Así promueven mi resistencia al cambio.
Desde que tengo memoria en mis cumpleaños lloro.
Todo el mundo te besa en las mejillas cuando llega.
Y te avisa cuando se va.
Nunca me gustó besar extraños.
Apenas a lo más amigos.
Como todo, es algo familiar, creo.

No hay comentarios:

Seguidores