viernes, febrero 12

El canto de los gallos/Ted Hughes

Me detuve en una cima oscura, entre cimas oscuras –
abajo la marea del día separaba el cielo de la tierra,
la ostra
se abría para probar el oro.

Y escuché encender el canto de los gallos
bajo la bruma –
tenían sueño
hervían hondo en la caldera del valle.

Después uno o dos se lanzaron con claridad, como pirotecnia suave
que se hundía oscureciendo de nuevo.

Después subieron más fuerte, más radiante, más alto
y partieron la bruma,
como burbujas brillantes que llegan alto y estallan en la luz
iluminando la parte baja de las nubes,
las crestas de fuego de los gallos – los gritos con forma de hoz,
desafío tras desafío, respuesta tras respuesta,
se engancharon más alto,
treparon el cielo mientras se derretían
colgaron en llamas desde los flecos de la noche.

Hasta que todo el valle desbordó con el canto de los gallos,
una mezcla mágica y suave que hervía encima,
y se derramaba brillante en otros valles

como se arrojan herraduras de metal incandescente –
desde los cobertizos hasta los patios, los gallineros, las chacras
y se hunde de nuevo en la niebla -

hasta que murió la última chispa, y se pusieron pálidas las brasas
y el sol se metió en su bolsa mojada
para el trabajo del día

mientras el horizonte se ponía más duro
sobre el humo de los pueblos, desde los agujeros de la tierra.

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