viernes, marzo 26

22 Long Rifle



Otra bala más se clavó en la pila de madera. Sobre las marcas del tiro al blanco, el destino era una pieza de vals sin música. Lo único claro, por ese tiempo, era golpear sobre la punta suave de un percutor anular –lo hacía por el gusto de sentir el olor a pólvora un segundo después de ver salir una estela de humo. Los ritos de batalla, detrás de su máscara de violencia, guardaban secretos sutiles que los que disparaban protegían como beatos. La pólvora la hacía pensar en el aroma suave del fósforo quemado de las tareas de la casa y en las osamentas secas que traían los perros a la mañana. Encender la salamandra en invierno, hacer repiquetear el tanque de agua para los baños de la noche. Sobre el escritorio había un container de municiones importadas, cien cartuchos prolijamente dispuestos sobre sus orificios bajo la etiqueta azul de 22 long rifle. Contó once adentro del cargador sin furia y se encaramó apoyándose contra la estructura de hierro que sostenía la parra. Disparó contra las hojas del diario inglés, sobre las páginas de la sección de deportes, sobre las fotografías atléticas de los tenistas. Hacía buenas agrupaciones a pesar del mal pulso. Apoyaba el arma contra el hombro, en la parte de adentro, y después de tirar sentía la tensión sobre el músculo. A veces la tirantez se convertía en un dolor agudo, y otras en un calambre enérgico que le impedía levantar el brazo. Igual continuaba, y recién cuando la recámara estaba vacía, se acercaba a mirar por donde habían entrado las balas, corría la página, apoyaba las yemas sobre la madera buscando el orificio redondo, distinto de las estrías naturales del tronco y del hacha. Cada detonación era un bálsamo. Aún cuando de noche el ruido de las percusiones la hiciera soñar con estampidas que pasaban destruyéndolo todo –a veces eran búfalos, otras simplemente ciervos. Las noches aterradoras, sin embargo, soñaría con pequeños conejos blancos: gazapos que podrían no haber tenido más tamaño que el de un terrón de azúcar. Disparó durante varios días seguidos y de noche, cuando durmió, hubo animales. Por primera vez, se sentía la doble silvestre de sí misma y descendía de la pólvora quemada.

domingo, marzo 21


Meditaciones en una emergencia/Frank O´Hara*

Estaré por empezar a derrochar como una rubia? O por volverme religioso como si fuera francés?

Cada vez que me rompen el corazón me siento más aventurero (y los mismos nombres recurrentes vuelven a aparecer en esa lista interminable!), pero uno de estos días no va a quedar nada por lo cual aventurarse.

Porqué debería compartir con vos? Porqué no te deshacés de alguien más para cambiar?

Soy el menos complicado de los hombres. Todo lo que quiero es amor sin límites.

Hasta los árboles me entienden! Dios mío, me acuesto debajo suyo, también, no? Soy como una pila de hojas.

De todas formas, nunca me atasqué con las alabanzas de la vida pastoral, ni con nostalgia por el pasado inocente de los actos perversos en las pasturas. No. Uno no necesita salir de New York. Esos deseos de verdor— no puedo ni disfrutar de una hoja de hierba a menos de que sepa que hay un subte a mano, o una disquería o algun otro signo de que la gente no se arrepiente totalmente de la vida. Es más importante afirmar a los menos sinceros. Las nubes obtienen suficiente atención de la forma en qué es y siguen pasando igual. Saben lo que se pierden? Uh huh.

Mis ojos son de un azul vago, como el cielo, y cambian todo el tiempo,
los incriminan pero flotan, por completo específicos y desleales, para que nadie confíe en mí. Eso me inquieta y me hace infeliz, pero no puedo hacerlos quedarse quietos. Si al menos tuviera ojos grises, verdes, negros, marrones o amarillos, entonces me quedaría en casa y haría algo. No es que me dé curiosidad. Al contrario, me aburre pero es mi deber ser atento, hay cosas que requieren de mí –así como el cielo debe estar sobre la tierra. Y últimamente, su ansiedad se ha vuelto tan grande que no puedo permitirme ni dormir un poco.

Ahora hay un único hombre al que quiero besar cuando no se afeita. Heterosexualidad! Estás cerca de un modo inexorable. (Por qué no decepcionarte mejor?)

St. Serapion, me cubro con la toda de tu testimonio que es como la medianoche en Dostoevsky. Cómo fue que me volví una leyenda, querido? Probé el amor, pero eso te mantiene cerrado en el pecho de alguien y yo estoy siempre abriéndome como un loto- el éxtasis de estar siempe estallando hacia delante! (pero uno debe distraerse por ella!) o como un jacinto, “mantener la mugre de la vida alejada”, sí, incluso en el corazón, donde la mugre late y calumnia y contamina y determina. Voy a hacer mi voluntad, aunque me vuelva famoso por un vacío misterioso en el departamento, en la casaverde.

Destruíte si no sabés!

Es fácil ser hermoso, es dificil aparentarlo. Te admiro, amor, por la trampa que tendiste. Es como un último cápitulo que nadie lee porque la intriga ya terminó.

"Fanny Brown es una fugitiva –corriendo con una corneta de caballo, adoro a la pequeña Minx, y espero que sea feliz, a pesar de que me haya sacado de quicio por haber estallado demasiado— pobre idiota Cecchina! O F:B: como solíamos decirle.—Ojalá le hubieran dado una buena paliza y 10,000 libras” - Señora Thrale.

Tengo que salir de acá. Elijo un pedazo de chal y mis sandalias más sucias. Voy a volver, re-emerger, vencido, desde el valle; no querés que vaya a donde vos vas, así que voy a donde no me querés. Es sólo el atardecer, todavía queda mucho. No va a haber ninguna carta abajo. Dandome vuelta, escupo en la cerradura y perilla cede.

* esta traducción es una corazonada, nomás.

jueves, marzo 18

viernes, marzo 12

Días de Roma/Gerard Malanga*

Días llenos de nada
Días de cielo limpio y temperatura descendente
Días sin llamadas o con llamadas todas número equivocado
Está sucediendo
Días de 1967 llegando al final de la condición
de las gotas
para el frío y la tos en el pecho
Días con tardes en la vida de una mujer joven
que no está a tiempo
Días donde estalla soñar despierto
Días de frustración plena
Días en que maldicen mi película y a mí
con una maldición que nunca se levanta
Días con las ventanas cerradas para mantener el frío
separado del calor del living
Días de saltear el almuerzo por una llamada de teléfono
con un cambio de planes para el día
Días de despachar cartas
Días sin correspondencia
Días de fatiga y estar puesto de anfetaminas
Días de Charles Edward Ives
Días de las 4.00 p.m sintiéndome miserable
Días de usar drogas para desafiar el frío común
Días de frustración plena
Días de olvidarse.

*es el único poema que encontré cuando vi esto debajo del nombre de Cecilia Pavón en Gtalk: “i love gerard malanga and his fashion poems”

miércoles, marzo 3

Algo de 2009, cuando Noe esperaba su bebé

Una amiga escribió una canción de cuna para el divorcio de Angelina y Billy Bob donde hablaba del amor franco y el zigzag de las instituciones. Para el casamiento de su amiga Anita, algunos años antes, había traducido una serie de poemas sobre el matrimonio en versión libre y, aunque nunca los publicó, el otro día, a propósito de un poema de Carver sobre limones y helicópteros, leímos algunos en voz alta. Estaba también la poeta embarazada y, en los momentos de silencio que le ganábamos a la batalla doméstica, corregíamos el libro que prepara. Va a llamarse Colecho, su libro, que es una palabra que quiere decir catre o cama pero no es lo mismo. La eligió porque sus poemas hablan de las cosas comunes enrarecidas, como cuando para sugerir que lo que arde se derrumba, escribe versos que dicen: “el día que la cuerda afloja para nuestro lado…” Creo que fue por esa frase que nos acordamos de haber leído, las tres juntas también, un texto en prosa, escrito para el segundo casamiento de Anita, donde decía “duren y ardan”. Ese día habíamos hablado, después, de lo difícil que era arder y durar y cómo el tiempo le daba al amor el efecto que tiene una nueva letra sobre una melodía antigua una vez lejos los clubes de Greenwood Village. Es cierto ¿no? A la distancia no todo son entonaciones difíciles y altamente eficaces.

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