miércoles, marzo 3

Algo de 2009, cuando Noe esperaba su bebé

Una amiga escribió una canción de cuna para el divorcio de Angelina y Billy Bob donde hablaba del amor franco y el zigzag de las instituciones. Para el casamiento de su amiga Anita, algunos años antes, había traducido una serie de poemas sobre el matrimonio en versión libre y, aunque nunca los publicó, el otro día, a propósito de un poema de Carver sobre limones y helicópteros, leímos algunos en voz alta. Estaba también la poeta embarazada y, en los momentos de silencio que le ganábamos a la batalla doméstica, corregíamos el libro que prepara. Va a llamarse Colecho, su libro, que es una palabra que quiere decir catre o cama pero no es lo mismo. La eligió porque sus poemas hablan de las cosas comunes enrarecidas, como cuando para sugerir que lo que arde se derrumba, escribe versos que dicen: “el día que la cuerda afloja para nuestro lado…” Creo que fue por esa frase que nos acordamos de haber leído, las tres juntas también, un texto en prosa, escrito para el segundo casamiento de Anita, donde decía “duren y ardan”. Ese día habíamos hablado, después, de lo difícil que era arder y durar y cómo el tiempo le daba al amor el efecto que tiene una nueva letra sobre una melodía antigua una vez lejos los clubes de Greenwood Village. Es cierto ¿no? A la distancia no todo son entonaciones difíciles y altamente eficaces.

2 comentarios:

nv dijo...

qé lindo recuerdo, vale! y tu amiga es muy sabia porque durar después de haber ardido es un deseado aprendizaje.
te escribo pronto para vernos, porque es lógico que la distancia no pudo tampoco con nosotras, no?

Adrian Orellano dijo...

vale la pena arder y arder. lo demás está en la cama final.

Seguidores